jueves, 17 de diciembre de 2009

La Navidad y yo.

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Y me quedé pensando en la Navidad después de escribirles sobre su origen en el post anterior. Como algunos de ustedes saben, yo fui Testigo de Jehová 15 años y durante ese tiempo no celebré estas fiestas. Los Testigos no son malas personas, todo lo contrario, y por eso no tengo nada malo qué decir sobre ellos y su fe personal.

Es verdad que hay algunas cosas que no comparto más de sus creencias, usos y costumbres. Creo que en su momento podré comentar algunas cosas por aquí.

Por lo pronto, ahora con la Navidad me viene a la memoria la intolerancia de algunos de ambos lados, de los que celebran y de los que no celebran.

Entre los intolerantes que celebran recuerdo más a mi padre, típico derechista, amante de la tradición familiar y de las costumbres, se sentía traicionado cuando yo no estaba presente en la cena navideña o en el brindis por año nuevo, en los cumpleaños, o cualquier cosa que no compartía en ese tiempo. Admirador él de Fujimori y de su re-re-re-reelección, no es de extrañar que hace poco yo le reprochara que fuera un cachaco en un cuartel de tres dormitorios, listo para el reproche y nulo para la felicitación sincera desde mi infancia. Cuando yo era Testigo y soltero me decía que yo podía creer lo que se me diera la gana pero que igual tenía que participar en todas las celebraciones familiares. O sea que mis creencias no las debía manifestar en la práctica. ¿Cómo yo podía creer algo sin practicarlo? Metiéndomelo en el culo, supongo.

Pero los Testigos de Jehová también son intolerantes, aun siendo buenos tipos en lo cotidiano. Irónicamente, la certeza de la verdad nos quita humildad. Es un poco sentirse iluminado, tocado por dios, guiado por él. Y claro, si uno es guiado por el mayor ser del universo ¿quién puede atreverse a pensar distinto? Difícilmente un Testigo trata a los demás sintiéndose mental y espiritualmente igual a los demás. Siempre hay un sesgo de superioridad moral como resultado de “conocer la verdad”. Esta oposición de los Testigos a la Navidad (dictada por un directorio neoyorquino) es de cumplimiento obligatorio para todos sus miembros, so pena de ser sometido a disciplina por considerar que se participa de traición espiritual, idolatría, apoyo a falsas doctrinas y cosas similares a esas, lo cual puede llevar hasta la expulsión del infractor e implica una condena a muerte social debido a que nadie le va a dirigir la palabra ni el más leve saludo. Un leproso espiritual. O sea, no hay libertad individual para decidir celebrar la Navidad o no, ni siquiera hay libertad para pensar distinto a lo que publican en sus revistas. Un cuartel santo, sin dudas ni murmuraciones. Aunque, valgan verdades, la inmensa mayoría de ellos parece sentirse a gusto sin celebrar estas fiestas. Y es verdad que yo comulgué plenamente con eso también. Pero hacia el final les conté a los ancianos que algunas cosas ya no compartía. Me respondieron que podía pensar así pero no debía decírselo a nadie. ¿Cómo yo podía pensar algo sin decirlo? Metiéndomelo en el culo, supongo.

Sin duda, si mi viejo se hiciera Testigo de Jehová sería un gladiador de dios, el Bin Laden fujimorista cristiano, el lugarteniente facho de Cristo. Dicen que me parezco a él pero creo que en realidad yo soy solo punk y nunca pude dejar de serlo. Contreras, que le dicen. Soy un disidente compulsivo.

Hoy, ya sin religión ni pastores desde hace varios años, me da igual celebrar o no: en mi casa no habrá nada porque mi esposa aun es Testigo, y si mis padres me invitan iré con gusto porque veré contentos a mi madre, mis hermanos y mis sobrinos y porque comeré gratis. Pero si nadie me invita me acostaré temprano luego de un sexo reparador. No hay escape: esa será una noche buena.

¿A alguien le importa un carajo la parte religiosa de la Navidad? A mí tampoco, como tampoco las costumbres, las tradiciones y los niños con regalos. ¿Y qué hago entonces comentando todo esto, ya por dos posts consecutivos? Tal vez lo mejor sea metérmelo en el culo, supongo.
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domingo, 13 de diciembre de 2009

Sobre el origen de la Navidad


Algunas personas le tienen desconfianza a la Navidad por la comercialización que se ha hecho de ella. Por la presión de la hipocresía publicitaria muchos se sienten socialmente obligados a dar regalos (especialmente a los niños) en esta temporada, por eso hay quienes cuestionan la sinceridad de toda esta celebración costosa. Sin embargo algunos disponen de más dinero por las gratificaciones y se sienten muy contentos de poder comprar juguetes, comida y ropa para sus familias. Los fuegos artificiales, los adornos, los villancicos y personajes como Santa Claus son parte de la diversión y del buen ambiente familiar. Todos, por unos cuantos días, nos sentimos parte de una actitud positiva. Es una ocasión para reunir a toda la familia, desear éxitos a los amigos y ver la alegría en las caras de todos. Eso es lo que se espera de la Navidad.

Pero tanto festejo parece hacernos olvidar cada vez más que –oficialmente- esta es una fiesta religiosa cristiana. No es una fiesta infantil ni familiar. Se celebra el nacimiento de Jesús de Nazareth, quien, según esta festividad, nació como ser humano con el propósito de cumplir la misión de subsanar o “redimir” los “pecados de la humanidad” a través de su muerte, ocurrida cuando contaba unos 33 años de edad. Previamente, desde los 30, se dedicó a la prédica que lo ha hecho célebre hasta hoy como fundador del cristianismo.

Siendo la Navidad una fiesta religiosa cristiana llama la atención que también la celebren otras religiones y hasta agnósticos y ateos, evidentemente llevados por el espíritu alegre e integrador que se prioriza en el occidente moderno.

Conversando con algunos amigos me he dado cuenta de que no se conoce mayor cosa de la historia de la Navidad, aun entre quienes se consideran cristianos. Hoy quiero darle espacio a esa historia porque creo que tiene aspectos muy interesantes y ciertamente perturbadores algunas personas religiosas. Para quienes no lo son de todos modos revestirá interés porque podrán notar cómo todo evoluciona a veces desde las mismas antípodas de lo que después se hace.

Para comenzar, la Navidad es el cumpleaños de Jesús. Los puristas dicen que los cumpleaños son una fiesta ajena al cristianismo, por lo cual esta sería una primera razón para no celebrar la Navidad. Dicen que el Antiguo Testamento jamás muestra judíos celebrando cumpleaños, lo cual es cierto. Pero el tema de los cumpleaños podemos dejarlo de lado por ahora, creo que habrá otra ocasión para revisarlos. Los mencioné simplemente porque no hay ninguna referencia bíblica de que Jesús celebrara su propio nacimiento o el de otras personas. O que sus apóstoles lo agasajaran por dicha ocasión.

En segundo lugar: ¿Por qué la Navidad se celebra el 25 de diciembre y no en otra fecha del año? ¿Realmente Jesús nació ese día? Estas preguntas no tendrían mayor relevancia si no fuera porque sí existe una causa extraña: Antes de que el Cristianismo llegara a todo lo que hoy conocemos por occidente, en el hemisferio norte “pagano” se celebraba el “natalicio del Sol” puesto que ese día es el solsticio de invierno, fiesta también llamada "Saturnales". Esa fiesta es equivalente exacto al Inti Raymi que los Incas celebraban el 24 de junio en el hemisferio sur, con 6 meses de diferencia. En el hemisferio sur el 24 de junio -y en el hemisferio norte el 25 de diciembre- los días empiezan a durar más y consecuentemente los adoradores del dios Sol lo veían “renacer” anualmente.

Cuando los colonizadores cristianos llegaron a estos pueblos europeos la fiesta del nacimiento del sol era muy popular y el mestizaje propició esta unión de festividades. Ya no nace el dios sol, nace el niño-dios Jesucristo.

Los fundamentalistas cristianos rechazan la Navidad por esta mezcla que consideran inaceptable apoyándose, entre otros, en textos bíblicos como Efesios 5:10,11 que dice a los lectores cristianos: “Sigan asegurándose de lo que es acepto al Señor; y cesen de participar con ellos en las obras infructíferas que pertenecen a la oscuridad, sino, más bien, aun censúrenlas”. También se inspiran en la Segunda carta o epístola a los Corintios 6:14-18 que dice: “¿Qué consorcio tienen la justicia y el desafuero? ¿O qué participación tiene la luz con la oscuridad? Además, ¿qué armonía hay entre Cristo y Baal? ¿O qué porción tiene una persona creyente con un incrédulo? ¿Y qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? [...]”.

Tal vez esta clase de historia no pase de ser curiosa o entretenida, pero entenderán que hay quienes dan mucha importancia a estos detalles, por ejemplo, cuando se trata de Halloween. Algunos cristianos no celebran la fiesta de brujas porque la consideran anti cristiana, aun cuando nadie en su sano juicio le rinde homenaje a ellas. Los niños piden caramelos y se disfrazan, los mayores pueden hasta hacer una fiesta de disfraces y nada más. Evidentemente las sensibilidades son distintas pero no está de más conocer el origen de lo que hacemos. Lo más cercano que solemos conocer de brujas tal vez sean nuestras suegras y alguna jefa imposible de complacer... y creo que lo manejamos con buena cintura sin necesidad de armarle un escándalo a los que celebran cada 31 de octubre.

Volviendo a la Navidad, tal vez algunos pregunten: ¿Y cuándo realmente nació Jesús? No sé si lo preguntarían para celebrar la Navidad otro día, pero aquí va la deducción del dato: Parece que Jesús tenía casi exactamente 33½ años cuando murió, según cierta cronología bíblica que por razón de espacio no puedo abordar. También se sabe que Jesús murió el día 14 del mes judío de Nisán. Nisán pertenece a un calendario lunar que hoy sirve para determinar cuándo cae la “Semana Santa”. Notarán que esa semana de la muerte de Jesús se mueve entre fines de marzo e inicios de abril. Los calendarios lunares tienen esa desventaja, se mueven mucho.

El caso es que Jesús de Nazareth murió entre fines de marzo e inicios de abril a los 33½ años, lo cual implicaría que él cumplía años entre fines de septiembre e inicios de octubre. No hay fecha precisa, pero de ahí no sale. Esto es concordante con el hecho de que en la noche cuando él nació habían pastores a la intemperie haciendo pastar a su rebaño, en otoño, cosa imposible a fines de diciembre en la noche en el hemisferio norte debido al invierno.

Hay otros detalles navideños que también tienen su historia, una historia rara y curiosa como la de los reyes magos y la estrella fugaz, el origen de los árboles navideños, Santa Claus, la costumbre de intercambiar regalos y otras similares. Tal vez, si me da tiempo, les cuento sobre eso en el siguiente post, si no, lo dejaré para la próxima Navidad.

Como siempre, les invito a informarse pero también a no sugestionarse. Siempre rindamos cuenta a nuestras propias conciencias antes que complacer la opinión ajena, aun la del dios de cada uno. Algunos lo pasarán bien dando regalos y gastando en pavos mientras otros rechazarán la Navidad por considerar que tiene un origen demasiado sucio para ignorarlo, pero todos recuerden que nuestra sinceridad de corazón al actuar es lo que nos caracteriza como personas libres. Celebremos o no celebremos por cualquier razón, seamos cristianos o no, sintámonos libres de amar a los demás con plena franqueza, cada quien a su propia manera personal. Que no nos esclavicen ni los publicistas ni los religiosos.


Felices fiestas.

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martes, 8 de diciembre de 2009

Estoy Harto de tu Nombre





Luchito, cuando te postulaste prometiste construir el metro, el tren metropolitano, ninguneabas el sistema de buses que Andrade planteó porque decías (lo dijiste en el debate de Manchay) que ese sistema de buses era lo mismo que los corredores viales que había hecho antes Del Castillo y que eso ya había probado ser un fracaso. Lo dijiste y por ello te presentaste como el cambio en el transporte público de Lima. Al peor estilo de Fujimori, hablaste pestes de los planes de tu oponente para luego hacer precisamente eso al ganar la elección. Nunca tuviste la delicadeza –como tampoco la tuvo Fujimori- de admitir cuando menos que te equivocaste en tu plan de trabajo, que hacías lo que tu oponente propuso porque lo pensaste mejor. O sea que no admitiste nunca que eras un improvisado que no pudo defender ni un día su propio plan, probablemente porque no existía tal cosa.

Yo sigo teniendo mis dudas sobre si es realmente inviable tener un metro en nuestra ciudad. Pienso que has sido un torpe alcalde que nunca supo sacar adelante las revisiones técnicas, creaste esa pesadilla monopólica llamada Lidercon que entregaste calladito al Ministerio de Transportes, abandonaste durante meses la construcción de los paraderos del Metropolitano en la Vía Expresa, nunca cumpliste con los plazos de nada, las licitaciones de rutas fracasaron repetidas veces, los taxis son hoy aun más informales que cuando asumiste el cargo, esa mierditas llamadas combis no tienen un cronograma para salir de servicio.


El Metropolitano se ha concentrado en el cemento antes que en la racionalización integral del sistema de transporte. Construir porque eso da votos. Los ladrillos cierran calles, los obreros arrastran las patas para acabar justo en las elecciones, las obras se hacen sentir en la piel de los votantes, los votantes tenemos que sentir así las obras para saber por quién votar. Los votantes necesitamos carteles publicitarios con el nombre del alcalde que no sabe si reelegirse o intentar la presidencia, el alcalde no sabe si se quedará sin soga y sin cabra, miren cuántas dudas tiene, tantos años preparando el trampolín para ser presidente y ahora hay que tomar una decisión por el bien de su propio futuro político.

¿Qué serás? ¿Alcalde o Presidente? ¿Presidente o Alcalde? ¡Dale Luchito, decide! Como en los viejos concursos televisivos, ¿qué hay detrás de esa imagen? ¡Dale Luchito, decide! Te llevas la alcaldía o la presidencia o ninguna. En Lima el 80 por ciento te aprueba como Alcalde pero tú quieres ser Presidente, por eso no decides, por eso llenas la ciudad con tu estúpido nombre, por eso tu nombre tiene espacio pero no hay espacio para los costos presupuestados, para los plazos de ejecución, ni para el nombre del contratista ni para saber cuánto vas a cosechar. Sólo hay espacio para tu nombre.

Este mugroso trampolín llamado Lima te ha servido bastante, ya usaste Lima a tu antojo para lograr más votos y ahora no sabes si dar el siguiente paso o conformarte apenas con tu trampolín. Por que tú, pequeño Luchito, sabes bien que no amas Lima porque ni siquiera eres limeño, no amas Lima porque esta ciudad apenas era la preparatoria para ser Presidente. Porque el que hasta ahora no te hayas decidido significa que no tienes un plan de gobierno, porque hay gente que quiere votar por ti como presidente pese a que no tienes ni una letra de plan de gobierno, como tampoco lo tuvo Fujimori, porque si Fujimori no lo tuvo por qué tú sí, si eres igual de prepotente e improvisado. Tus lacayos y chacales insultan a todo el que se atreve a negarte mérito, tildan de ignorante y mezquino al que no te aplaude.

Pero no mereces aplauso porque Lima no es un pretexto, Lima debería ser líder de Sudamérica pero tú y tus antecesores simplemente la tienen por escalón político. Los políticos dicen que eres un éxito porque ni tú ni ellos jamás andan en combi. Tus periodistas de lujo no te hacen preguntas difíciles porque para eso tendrían que tomar micro alguna vez, por eso estoy harto de tu nombre, de que tus chupes te nombren casi como muletilla mágica cuando explican una obra cualquiera, harto de que sólo des entrevistas de café, harto de tu nombre y de que no nos des cuenta de lo que haces porque te importa un pito la opinión de los vecinos, harto de que hagas hospitales que no son función municipal, harto de que no soluciones todo el transporte que sí es función municipal, harto de piletas que no eran prioridad pero te olvides de controlar las construcciones ilegales, harto de semáforos sin mantenimiento, harto de que te ocupes de arreglar Arenales que no estaba tan mal pero nunca te acuerdes de Nicolás Ayllón que es la peor mierda imaginable de principio a fin (ver clip al final, sin editar), harto de que no digas cuál es tu plan, harto de que te hagas el muertito, harto de tus silencios cobardes, harto de que no hayas permitido que Andrade fuese homenajeado por sus partidarios y el público en la Municipalidad, harto de que desmanteles todo lo que él hizo, harto de que no continúes la Javier Prado porque es obra del gordo y no tuya, harto de que tus serenos no aparezcan cuando se les llama, harto de que hayas recuperado Santa Anita y ahora no sepas qué hacer con él, harto de que tu hijito de 23 sea regidor en La Molina.

Tu nombre en todos lados pese a que lo prohíbe la ley. Publicidad tuya con el bolsillo de todos. De eso estoy harto, de ver tu maldito nombre en cada esquina, en cada pasadita de pintura, tu nombre en las paredes, en la ropa, en las recetas y hasta en los calzoncillos del vigilante del Hospital de la Solidaridad, estoy harto de tu nombre. Un nombre que representa puro cálculo político, un oportunismo desvergonzado con la plata de todos.

Luchito, ojalá decidas ser presidente y pierdas, para no verte más ni a ti ni a tu mentiroso y odioso nombre.

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