martes, 22 de noviembre de 2011

Yo entiendo a los autistas


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Hoy es muy fácil agarrar de piñata a Omar Chehade, caído en desgracia por muy aparentes actos de corrupción, así que yo no voy a añadir más. Probablemente en unas semanas más le desaforarán del Congreso para que vaya al Poder Judicial a ser enjuiciado y además dejará de ser vicepresidente de la República. Ni Kafka.

Lo que a mí me ha llamado la atención es su reacción en Twitter, como si fuera un autista, para agradecer al país por su apoyo en este trance.   No hace falta la encuesta de Apoyo en la que sólo lo aprueba el 8% de la población para darse cuenta de que Omar es políticamente más huérfano que Adán.

Omar, en nombre de los recuerdos de nuestra niñez, en nombre de nuestra comunidad escolar, te suplico que dejes de encerrarte así, ridículamente, de la realidad.

Bueno, a todo esto, yo te entiendo.

Por ejemplo, todos los integrantes de la promoción 1987 del Colegio Champagnat estamos cumpliendo 41 años de edad y en general los varones latinos le tenemos terror a la base cuatro porque sabemos que nos toca pasar por el urólogo o, mejor dicho, que el urólogo pase por nosotros.

Un amigo policía, César Heredia, trabajaba en Paneles Napsa como vigilante en sus horas libres. Como él es mayor y ya pasó por los cuarenta hace rato, solíamos preguntarle si ya se había hecho el examen de próstata, o más crudamente, el tacto rectal.

“¿Y si me gusta?”, preguntaba ingenuamente el zambito de verde al preguntarle por qué se negaba al examen. Muy gracioso, pero cierto para él, una duda razonable, especialmente porque siempre se dice que el punto G de los hombres está precisamente allí, en la próstata.

Él y otros muchos se niegan a ver la realidad médica a la que se exponen por ese miedo. En fin, más miedo le tienen al menoscabo de su virilidad que al cáncer, es que no es fácil que a uno le metan el dedo, especialmente si quien lo hace es otro hombre, aun en circunstancias puramente médicas, no eróticas o románticas.

Mira Omar, te cuento, en unas cuantas horas me toca debutar en estas lides, perder la virginidad prostática. Ojalá no me duela ni me guste. Ni tan, tan ni muy, muy. Porque otro amigo del trabajo, Pedrito Calderón, me vino a contar que el año pasado le gustó más el examen porque este año el doctor había sido “un poco brusco”.

Suplico cariño a quien se encargue de mí, si fuera tan amable. Yo creo que me vendrán a la memoria todas las bromas, toneladas de ellas, que he hecho y he escuchado durante años sobre este tema, y me reiré mucho mientras el doctor deambule dentro de mí. Espero que esto no lo ofenda, doctor, no es amor ni me reiré de gusto, solo yo soy un humano entregado de buena gana a todo lo que hace para poder hacerlo bien. Porque lo que se hace a la fuerza se hace mal.

Volviendo a ti, amigo Omar, entiendo que no quieras ver lo políticamente destruido que estás, tal como muchos viejos creen que las enfermedades pueden prevenirse por medio de no prevenir. Como mi viejo, quien después de los 70 insiste en mantener la retaguardia en condiciones primaverales. Está un poco loco.

Allá cada quien, al final somos dueños de nuestro destino. A mí me van a revisar la próstata pero no estoy destruido políticamente. Omar, yo entiendo que a ti te tocan ambas cosas y eso no es fácil de aceptar.

La verdad es que sólo te apoyan unas cuantas viejas peseteables, unas cuantas tías sin mayor beneficio que el ocio desvergonzado y parasitario.  Que unos cuantos desocupados carguen carteles y suelten vítores no te ayuda, al contrario, te desluce. En serio.

¿Qué dirán nuestros amigos, qué dirán los profesores del Champagnat? ¿Qué dirán Chiricuto o el indestructible hermano Mateo? ¿Qué dirá Chepito al recordar los feroces debates por la estatización de la banca, tu admiración por Piérola y Haya de la Torre? ¿Qué estará pensando Pancho? ¿Cómo le explico a mi hijo que las celebridades de la promoción no saben comportarse, que sólo nos quedan Christian Meier y Carlos Thornton? ¿Le digo que eres de La Repa? ¿Cómo haremos en el 25° aniversario de nuestra promoción, apenas el próximo año?

O sea, no me queda más remedio que lanzarme a la sucia política, a la mediocre actuación, al canto destemplado, al deporte fracasado, o a cualquier cosa que distraiga la atención. Sé que yo sería inepto en cualquiera de estos campos, pero no corrupto, al menos en eso vamos avanzando.

Sé que nuestra patria está llena de hipócritas y oportunistas, qué duda cabe. Sé perfectamente que quienes hoy te linchan, querido Omar, son los mismos que antes te hubieran tocado la puerta para pedirte algún favor inapropiado. Lo sé, yo también soy peruano.

Es más, Omar, luego de las elecciones mi pata Hans Vidal se lo pasaba animándome burlonamente a visitarte para dichos efectos, que cuál sería el puesto que te pediría. Cómo jodía Hans con esas bromas. Ahora que lo vi en el fulbito se ha cagado de risa imaginándose que mi camaronería no me habría durado más que unos cuantos meses. Justo lo que yo le decía, que yo jamás te buscaría porque a mí me gusta trabajar, como buena lorna.

Ahora estás imaginando que la gente te apoya mientras yo estoy imaginando que saldré indemne de mi examen de próstata. Yo entiendo a los autistas, Omar, yo entiendo.
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jueves, 17 de noviembre de 2011

Para cada Adán hay una Eva (II)


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Cito a un gran amigo, un hermano cuando tuve problemas con Ruth, Gonzalo Calmet: “Las mujeres perdonan pero no olvidan”. Yo había decidido contarle algunas cosas a mi esposa.

Años después, ahorita nomás, otro amigo treintón, Wagner, estando a dos meses de casarse ha tenido el patético desliz de dejar su notebook con los accesos abiertos y su novia entró a su cuenta de Facebook. ¡Ay! El buen Wagner tenía algunos diálogos, diríamos, confianzudos y prometedores, con una jovencita entusiasta con cierto kilometraje.  Ha prometido a la chica (vía Facebook) tirársela apenas pueda, es decir, antes de que su novia vuelva de viaje. No, el problema, como les decía, no es ése, el problema es que su novia ha leído su furtiva promesa. Y faltan menos de dos meses para el matrimonio.

Cuando me contó yo pensé -cuándo no, como detractor del matrimonio- que la ocurrencia de este desliz tal vez sea prueba nítida de que aún no está preparado para el matrimonio aunque, efectivamente, ama a su novia. Es que el amor es así, como canción barata.
Haciendo click... ¿así?
Wagner le ha llorado a su novia (también como en canción barata) para que no lo eche porque, efectivamente, lo estaba dejando sin boda y sin casa. Me hizo acordar a mí, pobre huevón.  Lo que un llorón no se pregunta en un trance así es si ese llanto es realmente producto del potencial desafecto, o puede haber sido puro roche, puro temor ante la vergüenza pública, o hasta impotencia de convertirse en un  fracasado inapelable.

Gracias a la mediación de su futuro suegro, quien también es hombre de carne, hueso y recorrido, la nena retrocedió y accedió retomar los asuntos. Me hizo acordar a mí, pobre huevón.

Si no campeonas no existes: Nadie se acuerda del perdedor.

Luego de los hechos establecidos, del pedido y de la aceptación del perdón, es inevitable que se pierde la horizontalidad de la relación.  El infractor que ha pedido perdón sinceramente se ha colocado en una posición subordinada ante su pareja, y ésta inevitablemente se coloca en una posición de superioridad moral que se convierte -en la práctica- en jefatura.  Este proceso puede ser inconsciente pero es real, ¿verdad doctora?  Volver a una relación horizontal tomará mucho tiempo (y algo de suerte, como felizmente me pasó a mí) y ante una situación de crisis existen grandes posibilidades de que se invoque el desliz inicial aun cuando las nuevas discusiones no tengan nada que ver con ello. Mujeres pues. Si para las nupcias de Wagner faltan dos meses entonces DE NINGUNA MANERA lograrán volver a esa situación para dicha fecha, ¿verdad doctora?  Eso es diferente a mí porque yo ya tenía más de diez años de casado y con un hijo bastante grande, no sé si me explico, pero esas dos cosas cambian mucho la presión.

Pero volviendo al novio recientemente sojuzgado, me pregunto: ¿Son la humillación y la sumisión perpetuas el precio que debe pagarse por el error cometido?

¿Es la desconfianza y el rencor una carga que debe asumir la futura esposa?

El amor no es de oro, es de plata.

Persistir con la fecha del matrimonio no solo no permite sanar la situación sino que impide que ella se resuelva. ¿Por qué? Porque entonces las motivaciones siempre quedarán en entredicho: ¿Qué estamos salvando, nuestra relación afectiva, o nuestro contrato matrimonial, o nuestro prestigio social? ¿O todas esas cosas? ¿Acaso salvar todo eso no complica los asuntos en vez de simplificarlos o fortalecerlos?

La verdad me la dijo el infortunado: “Persisto en la fecha porque me he gastado un cojón y medio en la ceremonia, la fiesta, el departamento y un montón de mamadas más que no pienso gastarme otra vez ni tirar a la ventana solo para hacerme el íntegro.”
 
 
Ah, la plata. Ahora sí, me hizo acordar a mí, pobre huevón. Poderoso caballero, y nosotros ni con Viagra le ganamos. Aunque, insisto, Wagner ama a su novia también. Que conste en actas que el amor sí existe.

Pero volviendo a lo ideal, pese a toda la plata del mundo, es muy recomendable que se posponga la fecha del matrimonio, no para evaluar la relación, sino para retomar la confianza mutua y la horizontalidad.  Esto puede tomar, cuando menos, un año adicional. Total, no hay niños de por medio, como en mi caso.

El futuro no existe pero se ve a lo lejos.

Como lo ideal nunca ocurre, Wagner igual se va a casar en un par de meses. Créeme, hermanito, vas a llegar al altar disminuido, empequeñecido, humillado, casi como si fueras el lustrabotas de tu novia. Me ha pasado, lo escribo con lágrimas en los ojos.  ¿Crees que ella te besará ante todos con el mismo gusto y placer que si no hubiera ocurrido todo esto? ¿Crees que tendrás la admiración y el respeto de ella y su familia de la misma forma que si no hubiera ocurrido nada? ¿Crees que ahora mismo querrá tener sexo contigo?  Yo como mujer no tendría sexo contigo, amigo, tú me entiendes. ¿Cuánto tiempo pasará para que tengan sexo como antes? Muy difícilmente ocurrirá antes de dos meses. Esto no lo puedes permitir por tu bien y por el de ella.  Esto puede provocar que tu desliz no sea un daño temporal sino irreparable.

Lo que digo probablemente suena soberbio para haber sido casi-casi infiel, lo admito.  Wagner dice que nunca tocó a esa chica, que sólo fue picardía virtual. Yo le creo. Pero no se trata de ser soberbio exigiendo olvido. Se trata de que permitir que el tiempo haga su trabajo para llegar al matrimonio tal como se debe llegar: Con amor, confianza y respeto mutuos, consolidados y demostrados (para sí mismo y para los demás) a través del tiempo, lo cual justifica de forma natural las nupcias.

Miren, las dudas no las podemos enterrar eternamente.  Hace muchos años mi ex amigo Humberto Zavala me preguntó atribulado tres días antes de casarse: “Ronald, ¿crees que hago bien en casarme con Norma?” O sea, sus dudas no eran respecto al matrimonio sino a la novia, al menos eso me pareció, y es que mi futura cuñada, Judith, lo tenía bastante inquieto. Todos testigos de Jehová. La verdad es que en esos tiempos yo no tenía tantos cojones, así que me quedé helado, no supe qué responder y con eso le ayudé a seguirle la corriente a la inercia como buen cristiano, porque en todas partes se cuecen habas y apenas faltaban tres insignificantes días para reventarse la vida. Pero esa ya es otra historia, y además muy vieja.

En fin, Wagner, de algo hay que morirse. ¿Ves? Sin querer he escrito la segunda parte de “Para cada Adán hay una Eva” y le he tenido que poner ese tìtulo. Lo que uno hace por los amigos…
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Referencia para recordar: